Un título atractivo, me propone el sistema.
Una mierda perfectamente preciosa.
En realidad, escribir es una mentira como la copa de un pino.
Pero la copa del pino, es real.
Por ejemplo, yo soy feliz, y, sin embargo, cuando escribo cuento este tipo de cosas con sabor, digamos, cuando menos amargo. Feliz, una mierda perfectamente preciosa. A eso se dedica el sistema, a preciosas mierdas tituladas maravillosamente. Pero mi gato es una mofeta. Mi gato me recuerda la verdad. Que soy feliz a su pesar. Soy feliz aunque llegue a casa, que no es mi casa, sino un cuarto en un piso compartido con un hombre que se duerme en la tapa del váter y no responde cuando le dices buenos días. ¡Oh, qué gusto desahogarme! ¡Qué gusto escribir mentiras como la copa de un pino mientras escucho a mujeres que cantran y opinan y aseguran y definen y crean opiones del tipo:manada de hombres. Ay, ay, ay... ¡Metáforas! No son manadas, son hombres podridos por el mismo sistema que le pone títulos maravillosamente perfectos y bonitos a mierdas y mentiras. Los hombres podridos son un producto de una mentira podrida: el sistema. En fin, llevo media botella de vino, he enviado mi última novela a un enésima editorial, mi gato atufa mi cuarto en el piso del inquilino que se duerme sobre la taza del váter, la mujer a la quien amo vive en otra ciudad, mis enemigos son ricos e infelices y yo, este nada amable o quizás del todo amable escritor, es feliz desde el 2020, cuando un looping del espacio tiempo nos llevó a todos hacia un destino imposible y tan real como la copa de un pino: es decir,
de no tener que comer, a llevar media botella de vino y esperarme sobre la mesa un queso blanco cubierto de Harissa. Pero la gente prefiere bonitas historias de trama perfecta, justo al contrario que la vida misma.
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