Estaba escribiendo una nueva entrada para este blog. Estaba inspirado y las letras fluían sin parar llenas de mala leche y sarcasmo. Pero de repente... mis dedos han descarrilado por las teclas y lo he borrado todo. Alguna persona tiene un ángel de la guarda enorme y puede que esa persona sea yo, porque, créanme, me estaba despachando a gusto. Al fin y al cabo, eso es lo que espera el lector, es decir, que el escritor tenga al menos la decencia de despacharse a gusto. O eso era lo que hacíamos antes los escritores, ahora no, no sea que digas alguna incorrección del tipo: mi hermana la princesa, esa señora que escribía manuales de buenas maneras, maldice mis alimentos, pone hojas con cruces sobre la cesta de las frutas, sobre las bandejas de huevos, dice que no como jamón pero que soy un cerdo y me persigue por los pasillos rezando el padrenuestro. Al parecer, le disgusta que me hiciera judío.
Una vez, hace años, en una de mis batallitas que no le contaré a mis nietos (para eso está LIMBA PIEDRA, el libro que narra todo y del que no he venido a hablar pero, ya que se da el caso, pueden adquirir en esta misma web), pues hace años, decía, otra señora, pero ésta con los dedos amarillos de nicotina, me dijo que carecía de la convencionalidad necesaria.
Le respondí con una pregunta:
-Convencionalidad necesaria para qué, ¿para ser un hijo de puta y parecer normal?
Y más o menos de eso iba el artículo que he borrado sin querer, aunque no voy a extenderme en ello ahora que me da fuego al pitillo mi el ángel de la guarda. Sólo decir que el mundo ha perdido el filtro, ese es el sabor del final, el de estos tiempos, y nadie puede evitarlo, si eres un monstruo se te sale por la boca, si eres un impertinente se te sale por la boca, si eres antisemita se te sale por la boca.
Permítanme una pregunta:
¿Verdades crudas o caníbales creyéndose Montaigne?
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