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  • Foto del escritorJaim Royo

Cafetería Gaudí



Las gafas progresivas me quedan mal. Hay que subir los cristales medio centímetro en diagonal hacia la derecha para que pueda ver de cerca. Tal vez se debe a que un ojo me sube más que otro; síndrome de Brown, lo llaman; el marrón de toda la vida. He ido a la óptica, se lo he explicado. Lo van a arreglar. También es posible que sencillamente se equivocaran midiendo, porque el cálculo, nunca mejor dicho, lo hicieron a ojo. Así, la joven guiñaba y me decía:

- Mira aquí - y señalaba su otra pupila.

Yo, como un gatito, ahí que la miraba; porque ya puestos, no está el mundo para desaprovechar dulces pacíficos bonitos tranquilos momentos. Y ella, con su ojo giñado, me pintaba un punto en el cristal. Así medía y a mi me parece bien. Me parece fenomenal que en estos tiempos de logaritmos y apps y satélites y 5g, la optometrista mida a ojo de buen cubero. Me hace sentir acompañado.

Antes de ir a la óptica pasé por Hacienda. Oiga, que a ver si por favor me devuelven mi cuenta embargada, que es que me han dejado a cero; total, por conducir el coche de mi difunta abuela, en paz descanse. Me han dicho que sí, que me lo van a devolver. Han sido todos muy comprensivos; a ver.

Ahora estoy en la cafetería Gaudí. Le he escrito a Ray por si quiere acompañarme. Ray no tiene teléfono, así que le he escrito un email. Mañana he quedado con Pepe, mi amigo gitano, por si hacemos algún negocio en la calle ahora que el mundo se va a poner patas arriba. Mientras tanto, se está bien en la cafetería Gaudí, con sus butacas de cuero negro brillante, acolchadas, las mesas de madera y Manu Chao cantando aquello de "sola va mi condena". También aquí son amables, como en Hacienda y en la Óptica. Cuesta tan poco ser amable y se agradece tanto que todos nos hablemos bien y circule esa suerte de cariño que hace a la esperanza.

Miro por la pequeña ventana que hay junto a mi mesa. La calle pasa como paisajes de un tren. Parece que la cafetería Gaudí va a arrancar y elevarse sobre la ciudad. Ahora suena esa otra canción de otro tiempo entrañable: "camarero sírvame el mejor licor de fresa".

Y amen shelá.

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