NORMALIZAR LA MENTIRA
- Jaim Royo
- 24 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 jun

Legitimar al Mal es la maniobra de los psicópatas que alcanzan posición de mando. Por lo general, el psicópata se camufla en una vida anónima dañando a quienes tienen más cerca, pero si logra encumbrarse desarrolla una extensión amplificadora de su mentalidad de sometimiento cuyo alcance es proporcional al ámbito de su actividad. En uno y otro caso, el individual y el colectivo, si no se detiene al psicópata éste va a más, se gusta, crece, genera sentimientos de invencibilidad y sube el nivel de las humillaciones que ejerce sobre aquellos a quienes abarca con su influencia.
Nuestro Amo y Señor de Todas las Guindaleras y Altas Torres, Señor Pedro Sánchez, nos mintió cuando dijo que no iba a pactar con BILDU, y lo normalizamos; mintió cuando afirmó que, para él, la declaración unilateral de independecia del Parlamento de Cataluña era un delito de rebelión, y lo normalizamos; mintió cuando dijo que no abría amnistía para los sublevados, y lo normalizamos; mintió cuando dijo que no iba a pactar con PODEMOS, y lo normalizamos; mintió cuando afirmó que no iba a permitir que la gobernalidad de España dependiera de los independentistas, y lo normalizamos; mintió cuando dijo que traería a Puigdemont a rendir cuentas ate la Justicia y lo que hizo fue permitirle que viniera a dar un mitín para luego sacarlo de extranjis, y lo normalizamos; miente cuando dice que ganó las elecciones, siendo en realidad el líder del PSOE menos votado de la historia, solo en el poder por traicionar algunas de las afirmaciones recogidas más arriba, y lo normalizamos; miente cuando se hace el longuis con Ábalos, Cerdán, Koldo, Begoña, el Fiscal General, Bolaños, su hermano y los que vienen en fila por detrás, y lo normalizamos. Ahora, en el cúlmen de su delirio, ha comprendido que mentir no importa, que es bueno para él, ha comprendido que puede seguir y seguir mintiendo para sobrevivir, sostener su sensación de invulnerabilidad, mantener elevados los niveles de autocomplacencia a costa de todos los sometidos y esbirros que amparan, participan, consienten o callan por motivos generalmente de pura conveniencia. En la corte del Rey Desnudo, los súbitos y lameculos no están ciegos, sino pringados. Y España, la Nación al completo, a base de normalizar y normalizar las mentiras del Gran Líder del Guindo Gigante, se ha puesto en posición de humillada hasta tal punto que admite una declaración institucional televisada en una sala vacía que él, Su Egregia Excelencia, imagina llena a rebosar de periodistas sobre los que posa alternativamente su mirada laxa para contarnos otra mentira; hasta tal punto está España de rodillas delante de un fifiriche que le permite jactarse de lograr una falsa reducción drástica de la contribución militar Atlántica, para después, cuando le aprietan mínimamente las pocas tuercas que tiene, decir que no ha sido él, que han sido las Fuerzas Armadas. Mentir, escurrir el bulto, mentir; esa es toda su política. Su política es no acabar en la cárcel, y, para eso, si hay que pasarse al otro bando, esta vez China, pues se hace.
El problema no es él, solo se trata de un hombre patético y enfermo.
El problema es el país que se deja.
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